Dedicado a: Antonio Machado08/10/10
Con tan solo mirar me pregunto,
a dónde irán estas tierras hechas de blancas piedras,
cubiertas por su sequedad y su dolencia
de quedar al desamparo de un pasado florido.
Qué pregunta su viento
cuando al raso acaricia los peñascos...
acaso estas tumbas vacías esperan el cadáver
que calizo volvería al origen de la vida,
a las raíces de la España fría,
o bien,
si pregunto a sus chopos porqué contarles puedo
con mis dedos
si es que persisten en la búsqueda de un arroyo
a quien arropar y de quien alimentarse...
Con las parras color miel o roble,
también verdes,
bien dicen la llegada del otoño,
se convencen de que esas manos
que las extirpan sus frutos
a caso se desloman por causa honesta;
y sin vacilación se rinden convencidas
de que dando se recibe y quien sabe
bien merezcan que las mutilen
por un laburo honrado
al lomo de estas colinas olvidadas.
Se acabaron las cruzadas y temporadas gloriosas,
reyes villas o villanos
dejaron la tierra prometida moribunda
por aquellos navíos trasatlánticos,
mas en cambio nos dejaron vistas kilométricas
de la meseta milenaria
que ahora nosotros los renacidos
acudimos en busca de nuestra paz,
con esta música de almendros y cardos
o algún cuervo despistado.
Es la belleza para el extraño de sí mismo,
es donde la calma se expande
como la mente en el universo
por hectáreas de esperanza,
entre pajas y hojarasca.
Aquí el musgo se asemeja a la planta peyotera,
con su dura redondez y poder inusual;
Machado ya nos dijo en decenas de poemas
de su tierra,
que tanto enseña u oculta
y aclara con su grisácea luz
y frío rompedor,
trae ideas nuevas y arropa a las viejas
en su llanura de aves y datura,
y devuelve a esos ojos transparentes
que ya vinieron de Castilla
al nítido y cálido presente
con su dorada figura y libertad pura e inusual.
El hogar muta y el amor nace en cada ahora
hasta el infinito
y para toda la eternidad.
Qué bello, me encanta... Se te extrañaba Arucca.
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